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viernes, 31 de diciembre de 2010

UN INTRUSO EN EL JARDÍN

Wenceslao era un carpintero de la región de Calabria, que por motivos laborales había emigrado a la ciudad de Roma. En concreto, se dedicaba a la carpintería en general, debido a que su verdadera vocación, era la de talla de imágenes para Iglesias por encargo, pero esa industria estaba en desaparición ya que la industrialización y mecanización de las mismas, se habían hecho hueco en el mercado y ya no tenía encargos de tallas, como el Cristo Crucificado que era su especialidad, había hecho unas 10 tallas del Cristo Crucificado, para varias iglesias de la región, y en las cuales tenía una gran esmero en marcar ese torso estilizado, la cabellera, la masa muscular……eran verdaderas obras de arte, las cuales, Wenceslao se sentía como si pariera un nuevo ser y creaba con sumo cuidado y dedicación, pero la necesidad de trabajo le hizo que partiera de su tierra natal, la que le vio crecer y desarrollarse y dedicarse a la carpintería como oficio de supervivencia, a la espera de un cambio en las tendencias.

Alquiló una modesta casita con un precioso jardín a las afuera de Roma, el cual le daba un respiro cuando volvía del trabajo de la ajetreada y estresante ciudad, llena de polución y ruido. En ese jardín comenzó a tener vida desde el momento que Wenceslao se dedicó a plantar bonsáis de todo tipo, aparte de la talla, su otra pasión, eran los bonsáis, para él era, como por cada árbol talado la regeneración de los mismos a través de la planta de un bonsái. Llegó a tener 33 variedades de bonsáis, de las especies más tropicales y extrañas que una persona pueda imaginar. Los cuidaba y mimaba con gran dedicación y entrega, los observaba cada día, les hablaba, les humedecía las hojas en verano a los más resecos……

Un buen día que llegó extenuado a casa por el cansancio del trabajo y la larga caminata de vuelta a casa observó que tenía todo el jardín con sus maravillosos bonsáis destrozado. Sentía que moría, todas las vidas que él sentía que había generado, destrozado en un instante sin más………sintió que moría con sus plantas.

Desolado por la situación decidió ponerse manos a la obra y reconstruir el jardín, poniendo algunos cebos para cazar al bastardo animal que lo había destrozado todo.
Al cabo de unas semanas apareció el animal causante de su desasosiego, un hurón, gordo y torpe. Tras unos minutos de reflexión, mirando al animal moribundo, atrapado en el cebo, intentando ser imparcial y aplicar un precio justo, para los daños causados, decidió darle la oportunidad de perdonarle la vida y curarle las heridas producidas por el cebo, así que tras varias semanas de hacerle curas al hurón le dio la oportunidad de convivir en el jardín para ver si había aprendido la lección.
Efectivamente, el hurón lejos de volver a producir el caos que antaño produjo, aprendió a convivir con los maravillosos bonsáis y en consonancia con el entorno que tenía, decidió tener un comportamiento ejemplar y no ser un problema en el jardín.

Wenceslao por su parte, fue llamado por una asociación cofrade de Sevilla, en España, para seguir desarrollando el arte de la talla de madera, para hacer las imágenes de un Cristo y una Virgen de los Dolores (la cual era un reto para él, ya que nunca talla una imagen femenina). Ya se daba por satisfecho, y haciendo sus cuentas, calculó que se jubilaría en España haciendo lo que le gustaba y viviría para siempre en su tierra natal una vez jubilado, en su región calabresa querida.

WENCESLAO, CARPINTERO, ROMA, BONSÁI, HURÓN, TREINTA Y TRES

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